Page 10 - Adelphos lykos 7
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     conocimiento de nosotros mismos y de las circunstancias que estamos viviendo, puede darnos algunas pautas, pero la ética, marcando de manera objetiva lo que es bueno o malo para nosotros y cuál es el fin hacia el cual tiende nuestra existencia, tiene la prioridad como brújula que nos orienta en nuestras decisiones, incluso en las más cotidianas. Santo Tomás de Aquino reflexionó sobre las pasiones considerando muchos de sus aspectos, entre ellos, su valor ético; así, concluyó que las pasiones como tales no implican bien o mal, pues son parte de nuestra naturaleza; pero se vuelven moralmente buenas si están debidamente gobernadas por la razón y por la voluntad, mientras que, si la razón no las regula, pueden conducir a conductas desordenadas y al mal moral6.
El personaje de Riley Anderson, una vez que fue capaz de sentir Tristeza, y con ella, la añoranza de aquello que estaba perdiendo, fue capaz de recuperarlo y acrecentarlo. Vivió un momento de maduración, con las inevitables crisis y pérdidas que implica –pues muchas cosas deben quedar atrás-, pero logró un enriquecimiento de su personalidad y de su propio carácter. Carlos Llano definió el carácter como la cualidad humana que permite a las potencias superiores –inteligencia y voluntad– predominar sobre las potencias de las cuales dependen 6 Cfr. S. Th. I-II, q.24, a.1 y 2
las emociones. Resalta, además, que la falta de carácter o mal carácter consiste en el predominio de los apetitos o tendencias sensibles –las pasiones–, lo cual obstaculiza la adecuada convivencia humana7. Al madurar esa etapa y fortalecer su carácter, Riley logra un mejor dominio de sus emociones para poder experimentarlas con intensidad y plenitud, para su bien y el bien de quienes la rodean.
En conclusión, nuestras emociones no deben regir arbitrariamente nuestra existencia, pero tampoco deben desaparecer o morir. Deben ser sabia y prudentemente gobernadas por nuestra parte racional para un sano desarrollo emocional. La neurociencia nos está aportando muchos datos valiosos para comprender mejor a nuestra naturaleza a nivel biológico, pero el papel no sólo de la inteligencia, sino también de la voluntad en el desarrollo de hábitos virtuosos y, sobre todo, el sentido existencial y ético hacia el cual debemos encauzar nuestras emociones y nuestra vida toda, es una labor que ha correspondido desde sus orígenes a la filosofía y que no puede pasarse por alto en la tarea de ir configurando el propio carácter para llevar una vida plena y realmente buena, en todos los sentidos.
7 Cfr. Llano Cifuentes, Carlos. Formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter. México, Trillas, 1999, pp. 113-114
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Ricardo Morales Rossell




























































































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