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       CRISTÓBAL, ANTONIO Y JUAN,
PROTOMÁRTIRES DE AMÉRICA
 El pasado mes de octubre, en la Univer- sidad Simón Bolívar, hemos realizado la exposición “Los Niños Mártires de Tlaxcala”, con motivo de su reciente ca- nonización. La relevancia de este acon- tecimiento religioso tiene importante significado histórico y cultural, ya que nos remite a trescientos años del virrei- nato que fueron determinantes tanto para la historia de nuestro país como para la de todo Occidente.
En esos años del virreinato, la religión católica ganó nuevos e importantes te- rritorios, cambió el lenguaje, la traza de las ciudades, las manifestaciones cultu- rales y artísticas. Del mestizaje surgió la combinación que definió el carácter que tienen hoy todas las naciones lla- madas latino o hispanoamericanas. Estos niños tlaxcaltecas, siendo de los primeros bautizados y evangelizados, fueron capaces de entregar su vida por anunciar la fe en Cristo.
Tlaxcala, geográficamente, es el Estado más pequeño de la República Mexicana después de la Ciudad de México, pero es el más grande en la historia de la Iglesia Católica en América, por sus mártires y sus misioneros. Gracias a la alianza que los antiguos tlaxcaltecas realizaron con los españoles en 1519 para derrotar a los mexicas, se inició la evangelización y culturización del nuevo continente. Es aquí donde sólo seis años después de la caída de Tenochtitlán, había ya en México tlaxcaltecas cristianos dispues- tos a morir por Cristo.
En el siglo XVI, Tlaxcala se encontra- ba conformada por cuatro señoríos, por ello era necesario la fundación de la ciudad para consolidar la alianza y darle unidad a los mismos, mediante la congregación de los principales y sus vasallos, a través de la introducción de las instituciones religiosas, de gobierno y de organización social de los españo- les.
Fue gracias a los religiosos de la orden de San Francisco el trazo urbano; el diseño de los espacios adecuados para plazas y calles estaban muy bien orga- nizados. En 1525, el papa Clemente VII
ordenó la fundación de la ciudad no- vohispana de Tlaxcala bajo el siguien- te decreto: “que se erige en ciudad la de Tlaxcala para la Nueva España y su iglesia en Catedral para un obispo que gobierne y administre”, siendo virrey de la Nueva España Antonio de Mendoza.
EL PRIMER OBISPO DE LA NUEVA ESPAÑA
Perteneciente a la Orden de Predica- dores (dominicos), Fray Julián Garcés en 1527 fue consagrado Obispo y se embarcó en Sevilla para tomar pose- sión de la diócesis de Tlaxcala con la encomienda de realizar una enorme tarea pastoral en un vastísimo territo- rio. Construyó en Perote un hospital para españoles, estableció escuelas para indígenas en Tlaxcala y Hueytlalpan y gestionó un convento de frailes de la Orden de Predicadores, mismo que fue erigido en 1535. Fundó el Hospital de “La Asunción” (1533), después llamado “San Juan de Letrán” (en 1538), y co- menzó el “Hospital de San Pedro”. Junto con Zumárraga, fue nombrado por Carlos I Rey de España y V Empe- rador del Sacro Imperio, “Protector de los Indios”, a quienes defendió ante el Consejo de Indias, y obtuvo del Papa Paulo III tres bulas y una carta a favor de los indígenas: la Bula Altitudo Divi- ni Consilii, que trata sobre el bautismo y matrimonio de los indígenas; la Bula Sublimi Deus que declara a los indíge- nas capaces de recibir los sacramentos; y una tercera Veritas Ipsa, que trata de la libertad de los indígenas en sus bie- nes y que no sean reducidos a la esclavi- tud. Debe notarse que estas importan- tes declaraciones papales influyeron en el sistema del teólogo español Francisco Vitoria y que algunos juristas sostienen que es el verdadero fundamento de las leyes internacionales, la igualdad de los Estados, aplicable no sólo a la cristian- dad de Europa, sino de América.
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Maricruz Vázquez Cano























































































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