Page 17 - Adelphos lykos 7
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       En este contexto histórico, tres adoles- centes tlaxcaltecas, Cristóbal, Antonio y Juan, fueron los primeros laicos cató- licos americanos que sufrieron el mar- tirio en defensa de la fe católica dentro del territorio mexicano. Fueron de los primeros evangelizados por los frailes franciscanos y dominicos inmediata- mente después de la conquista.
Cristóbal, Antonio y Juan,
MÁRTIRES
Cristóbal fue el hijo mayor de cuatro hermanos y el preferido de Acxotécatl, uno de los nobles más importantes de Tlaxcala después de los cuatro señores principales, que «tenía sesenta mu- jeres, y de las más principales de ellas Tlapaxilotzin». El muchacho teniendo doce o trece años de edad. «Pasados algunos días y ya algo enseñado, pidió el bautismo y fuele dado, y puesto por nombre Cristóbal. Este niño, además de ser de los más principales y de su persona muy bonito y bien acondicio- nado y hábil, mostró principios de ser buen cristiano, porque de lo que él oía y aprendía enseñaba a los vasallos de su padre; y al mismo padre decía que deja- se los ídolos y los pecados en que esta- ba, en especial el de la embriaguez, por- que todo era muy gran pecado, y que se tornase y conociese a Dios del cielo y a Jesucristo su Hijo, que Él le perdonaría, y que esto era verdad porque así lo en- señaban los padres que sirven a Dios. El padre era un indio de los encarnizados en guerras, y envejecido en maldades y pecados, según después pareció, y sus manos llenas de homicidios y muer- tes. Los dichos del hijo no le pudieron ablandar el corazón ya endurecido, y como el niño Cristóbal viese en casa de su padre las tinajas llenas del vino con que se embeodaban él y sus vasallos, y viese los ídolos, todos los quebraba y destruía, de lo cual los criados y va- sallos se quejaron al padre». También Xochipapalotzin, otra mujer principal de Acxotécatl, «le indignaba mucho y inducía para que matase a aquel hijo Cristóbal, porque aquél muerto, here- dase otro suyo que se dice Bernardino; y así fue, que ahora este Bernardino po- see el señorío de su padre». Finalmente, el padre decidió matar a Cristóbal. El segundo hijo, de nombre «Luis, del cual yo fui informado, vio [escondido en la azotea] cómo pasó todo el caso. Vio cómo el cruel padre tomó por los cabellos a aquel hijo Cris- tóbal y le echó en el suelo dándole muy crueles coces, de las cuales fue maravi- lla no morir (porque el padre era un va- lentazo de hombre, y es así, porque yo que esto escribo le conocí), y como así no le pudiese matar, tomó un palo
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HECHO INÉDITO EN AMÉRICA:
EL MARTIRIO DE NEOCRISTIANOS
Llegados en 1524 los franciscanos a Mé- xico, el padre Fray Toribio de Benaven- te Motolinía (del náhuatl, “el que se afli- ge”) estuvo de guardián en la ciudad de Tlaxcala de 1536 a 1539 quien nos na- rra que no eran frecuentes los casos de martirio en los neoconversos, y se dio el caso conmovedor del martirio de los tres niños tlaxcaltecas (III,14, 412-421; +Mendieta III,25-27).
Explica Motolinía que la destrucción de los templos, o al menos el recubri- miento completo de los mismos con nuevos emblemas y signos jeroglíficos -y por tanto la eliminación de la obra precedente-, era la norma indígena del mundo americano, cuando una nación sujetaba a otra.
Podemos añadir que también esto ha ocurrido en el siglo XX: las fuerzas aliadas, después de la II Guerra Mun- dial, por ejemplo, destruyeron tras su victoria todos los grandes símbolos del poder nazi, y con ellos los campos de concentración y los hornos crema- torios; y a ninguno se le ocurrió con- servar aquello por tolerancia y respeto hacia los nazis vencidos supervivientes. Igualmente, al caer el comunismo, las estatuas de Marx y de Lenin, así como otros monumentos simbólicos del po- der soviético, son derribados sin pie- dad, al mismo tiempo que se prohíbe el partido comunista y se confiscan sus locales; y apenas nadie protesta de todo esto, ni dentro ni fuera del antiguo im- perio soviético de la hoz y el martillo. Pues bien, del mismo modo los españo- les del XVI, ayudados por los propios indios que habían sido víctimas del po- der vencido, destruyeron ídolos y tem- plos, y con especial saña deshicieron los teocalis, aquellos horribles mataderos de hombres.
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